Matthew 26

V. PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS

María de Betania unge a Jesús

1Cuando Jesús hubo acabado todos estos discursos, dijo a sus discípulos: 2“La Pascua, como sabéis, será dentro de dos días, y el Hijo del hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen”. 3Entonces los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del pontífice que se llamaba Caifás; 4y deliberaron prender a Jesús con engaño, y darle muerte. 5Pero, decían: “No durante la fiesta, para que no haya tumulto en el pueblo”. 6Ahora bien, hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, 7una mujer se acercó a Él, trayendo un vaso de alabastro, con ungüento de mucho precio, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús, que estaba a la mesa. 8Los discípulos, viendo esto, se enojaron y dijeron: “¿Para qué este desperdicio? 9Se podía vender por mucho dinero, y darlo a los pobres”
9. Los apóstoles tenían caja común para satisfacer las necesidades de la vida y dar limosnas a los pobres.
.
10Mas Jesús, notándolo, les dijo: “¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una buena obra conmigo. 11Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a Mí no me tenéis siempre. 12Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, lo hizo para mi sepultura. 13En verdad, os digo, en el mundo entero, dondequiera que fuere predicado este Evangelio, se contará también, en su memoria, lo que acaba de hacer”
13. En el sentir de la mayoría de los intérpretes, esta mujer era María de Betania, hermana de Lázaro, en tanto que S. Jerónimo y muchos otros se pronuncian contra esta identificación. Véase Mc. 14, 3-9; Lc. 7, 37; Jn. 11, 2; 12, 1-8.
.

Judas vende al Maestro

14Entonces uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote
14. Iscariote, es decir, hombre de Kariot, que significa aldea y es también el nombre propio de una población de Idumea. Véase la profecía de Abdías que es toda contra Edom. Cf. v. 24; Sal. 59, 11; 75, 11; Is. 63, 1 ss.; Habac. 3, 3; Ap. 19, 13 ss.
, fue a los sumos sacerdotes,
15y dijo: “¿Qué me dais, y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta monedas de plata. 16Y desde ese momento buscaba una ocasión para entregarlo.

La Última Cena

17El primer día de los Ázimos
17. Los ázimos son panes sin levadura, que los judíos comían durante la Octava de la Fiesta de Pascua. El día era un jueves, ese mismo en que ellos anticipadamente debían comer el cordero pascual (Lc. 22, 8; Jn. 18, 28 y nota).
, los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?”
18Les respondió: id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: “El Maestro te dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa quiero celebrar la Pascua con mis discípulos”. 19Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 20Y llegada la tarde, se puso a la mesa con los Doce. 21Mientras comían les dijo: “En verdad, os digo, uno de vosotros me entregará”. 22Y entristecidos en gran manera, comenzaron cada uno a preguntarle: “¿Seré yo, Señor?” 23Mas Él respondió y dijo: “El que conmigo pone la mano en el plato, ese me entregará. 24El Hijo del hombre se va, como esta escrito de Él, pero ¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido”. 25Entonces Judas, el que le entregaba, tomó la palabra y dijo: “¿Seré yo, Rabí?” Le respondió: “Tú lo has dicho”
25. Tú lo has dicho: Jesús pronunció estas palabras en voz baja, de modo que los otros discípulos no las entendieron, como se ve en Jn. 13, 28- 29. La traición de Judas no es solamente fruto de su avaricia, sino también de la falsa idea que tenía del Mesías. Para él un Mesías humilde y doliente era un absurdo, porque no comprendía que Jesús quiso poner a prueba la fe de sus discípulos, con su humildad, que también estaba anunciada por los profetas lo mismo que los esplendores de su reino (Is. 49, 7 s.; 53, 1 ss.; 61, 1 ss.). Véase Lc. 24, 46 y nota.
.

26Mientras comían, pues, ellos, tomando Jesús pan, y habiendo bendecido partió y dio a los discípulos diciendo: “Tomad, comed, este es el cuerpo mío”
26. Cf. Lc. 22, 20 y nota. Merk cita aquí Ex. 24, 8; Jr. 31, 31; Za. 9, 11; Hb. 9, 12 y 20. El texto de Jeremías es el que S. Pablo reproduce ampliamente en Hb. 8, 8 ss., donde trata del sacerdocio de Cristo. Véase Mc. 14, 14 y nota. La Iglesia Católica Apostólica Romana profesa la fe de que, diciendo: “este es el cuerpo mío”, Jesús convirtió la substancia del pan en su Cuerpo, así como después la substancia del vino en su Sangre. Con esto no solo quedó instituido el sacramento de la Eucaristía, sino también El sacrificio de la Santa Misa, en que Jesús se ofrece constantemente al Padre. Véase los lugares paralelos.
.
27Y tomando un cáliz, y habiendo dado gracias, dio a ellos, diciendo: “Bebed de él todos, 28porque esta es la sangre mía de la Alianza, la cual por muchos se derrama para remisión de pecados. 29Os digo: desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba con vosotros, nuevo, en el reino de mi Padre”.

Jesús predice a Pedro su negación

30Y entonado el himno, salieron hacia el Monte de los Olivos. 31Entonces les dijo Jesús: “Todos vosotros os vais a escandalizar de Mí esta noche, porque está escrito: ‘Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño’
31. Cf. v. 56 y nota; Jn. 16, 32; Za. 13, 7.
.
32Mas después que Yo haya resucitado, os precederé en Galilea”. 33Respondiole Pedro y dijo: “Aunque todos se escandalizaren de Ti, yo no me escandalizaré jamás”. 34Jesús le respondió: “En verdad, te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tres veces me negarás”. 35Replicole Pedro: “¡Aunque deba contigo morir, de ninguna manera te negaré!” Y lo mismo dijeron también todos los discípulos
35. Dios nos deja en este pasaje una lección insuperable de desconfianza en nosotros mismos. Cf. v. 75; 21, 28 ss. y notas.
.

Agonía de Jesús

36Entonces, Jesús llegó con ellos al huerto llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: “Sentaos aquí, mientras voy allí y hago oración”
36. Que ellos se sienten, mientras Él va a postrarse en tierra. Lo que sigue muestra cómo respondieron ellos... y nosotros.
.
37y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos dé Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38Después les dijo: “Mi alma está triste, mortalmente; quedaos aquí y velad conmigo”. 39Y adelantándose un poco, se postró con el rostro en tierra, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, pase este cáliz lejos de Mí; mas no como Yo quiero, sino como Tú”. 40Y yendo hacia los discípulos, los encontró durmiendo. Entonces dijo a Pedro: “¿No habéis podido, pues, una hora velar conmigo? 41Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu, dispuesto (está), mas la carne, es débil”. 42Se fue de nuevo, y por segunda vez, oró así: “Padre mío, si no puede esto pasar sin que Yo lo beba, hágase la voluntad tuya”
42. Esto es: quiero que tu voluntad de salvar a los hombres, para lo cual me enviaste (Jn. 6, 38-40), se cumpla sin reparar en lo que a Mí me cueste. Ya que ellos no aceptaron mi mensaje de perdón (Mc. 1, 15; Jn. 1, 11; Mt. 16, 20 y nota), muera el Pastor por las ovejas (Jn. 10, 11 y nota). Aquí se ve la libre entrega de Jesús como víctima “en manos de los hombres” (17, 12 y 22) para que no se malograse aquella voluntad salvífica del Padre. ¿Acaso no le habría Este mandado al punto más de doce legiones de ángeles? (v. 53). “Esta voz de la Cabeza es para salud de todo el cuerpo porque es ella la que ha instruido a los fieles, inflamado a los confesores, coronado a los mártires” S. León.
.
43Y vino otra vez y los encontró durmiendo; sus ojos estaban, en efecto, cargados. 44Los dejó, y yéndose de nuevo, oró una tercera vez, diciendo las mismas palabras. 45Entonces, vino hacia los discípulos y les dijo: “¿Dormís ahora y descansáis?”
45. ¿Dormís ahora y descansáis? Véase Mc. 14, 41 y nota.
He aquí que llegó la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
46¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad que ha llegado el que me entrega”.

La Divina Víctima es presa y llevada ante el Sanhedrín

47Aún estaba hablando y he aquí que Judas, uno de los Doce, llegó acompañado de un tropel numeroso con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48El traidor les había dado esta señal: “Aquel a quien yo daré un beso, ese es; sujetadle”. 49En seguida se aproximó a Jesús y le dijo: “¡Salud, Rabí!”, y lo besó. 50Jesús le dijo: “Amigo, ¡a lo que vienes!”
50. No le pregunta Jesús a qué ha venido, sino que le manifiesta conformidad con que lleve adelante su propósito, como cuando le dijo: lo que haces, hazlo cuanto antes (Jn. 13, 27).
. Entonces, se adelantaron, echaron mano de Jesús, y lo prendieron.
51Y he aquí que uno de los que estaban con Jesús llevó la mano a su espada, la desenvainó y dando un golpe al siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja
51 s. Fue S. Pedro (Jn. 18, 10). Cf. Gn. 9, 6; Ap. 3, 10 y nota.
.
52Díjole, entonces, Jesús: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que empuñan la espada, perecerán a espada. 53¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y me dará al punto más de doce legiones de ángeles?
53. Véase v. 42 y nota. La bondad del divino Maestro no excluye a Judas (v. 50). Cf. Jn. 13, 27.
54¿Mas, cómo entonces se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?”
54. Véase Is. 53, 7-10.
.
55Al punto dijo Jesús a la turba: “Como contra un ladrón habéis salido, armados de espadas y palos, para prenderme. Cada día me sentaba en el Templo para enseñar, ¡y no me prendisteis! 56Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas”. Entonces los discípulos todos
56. ¡Todos! Véase Mc. 14, 50 y nota. Es muy digno de observar el contraste entre esta fuga y la escena precedente (v. 51-54). Allí vemos que se intenta una defensa armada de Jesús, es decir, que si Él la hubiese aceptado, obrando como los que buscan su propia gloria (Jn. 5, 43), los discípulos se habrían sin duda jugado la vida por su caudillo (Jn. 11, 16; 13, 37). Pero cuando Jesús se muestra tal cual es, como divina Víctima de la salvación, en nuestro propio favor, entonces todos se escandalizan de Él, como Él se lo tenía anunciado (v. 31 ss.), y como solemos hacer muchos cuando se trata de compartir las humillaciones de Cristo y la persecución por su Palabra (13, 21). Algo análogo había de suceder a Pablo y Bernabé en Listra, donde aquel fue lapidado después de rechazar la adoración que se les ofrecía creyéndolos Júpiter y Mercurio (Hch. 14, 10-18).
, abandonándole a Él, huyeron.

57Los que habían prendido a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. 58Pedro lo había seguido de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, y habiendo entrado allí, se hallaba sentado con los sirvientes para ver cómo terminaba eso. 59Los sumos sacerdotes, y todo el Sanhedrín, buscaban un falso testimonio contra Jesús para hacerlo morir; 60y no lo encontraban, aunque se presentaban muchos testigos falsos. Finalmente se presentaron dos
60. Eran dos falsos testigos, que tampoco estaban acordes en su testimonio, como vemos en Mc. 14, 59.
,
61que dijeron: “Él ha dicho: “Yo puedo demoler el templo de Dios, y en el espacio de tres días reedificarlo”. 62Entonces, el sumo sacerdote se levantó y le dijo: “¿Nada respondes? ¿Qué es eso que estos atestiguan contra Ti?” Pero Jesús callaba. 63Díjole, pues, el sumo sacerdote: “Yo te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. 64Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Y Yo os digo: desde este momento veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”. 65Entonces, el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, y dijo: “¡Ha blasfemado!
65. La blasfemia consiste, a los ojos de los sanhedrinitas, en el testimonio que Jesús da de Sí mismo, confesando la verdad de que Él es el Hijo de Dios. Cf. Lv. 24, 16.
¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ahora mismo, vosotros habéis oído la blasfemia.
66¿Qué os parece?” Contestaron diciendo: “Merece la muerte”. 67Entonces lo escupieron en la cara, y lo golpearon, y otros lo abofetearon, 68diciendo: “Adivínanos, Cristo, ¿quién es el que te pegó?”

Negación de Pedro

69Pedro, entretanto, estaba sentado fuera, en el patio; y una criada se aproximó a él y le dijo: “Tú también estabas con Jesús, el Galileo”. 70Pero él lo negó delante de todos, diciendo: “No sé qué dices”. 71Cuando salía hacia la puerta, otra lo vio y dijo a los que estaban allí: “Este andaba con Jesús el Nazareno”. 72Y de nuevo lo negó, con juramento, diciendo: “Yo no conozco a ese hombre”. 73Un poco después, acercándose los que estaban allí de pie, dijeron a Pedro: “¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues tu habla te denuncia!” 74Entonces se puso a echar imprecaciones y a jurar: “Yo no conozco a ese hombre”. Y en seguida cantó un gallo, 75y Pedro se acordó de la palabra de Jesús: “Antes que el gallo cante, me negarás tres veces”
75. Pedro cayó, porque presumió de sus propias fuerzas, según se lo advirtió el mismo Cristo. Si hubiera pensado, como David, que solo la gracia nos da la constancia y fortaleza, no habría caído ciertamente.
. Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Copyright information for SpaPlatense